jueves, 18 de febrero de 2010

Cornelio: El sincretismo ideológico como paradigma político latino

Hablamos de sincretismo ideológico cuando una comunidad o sociedad adapta la narrativa y la simbología de un ideario percibido como superior, sin embargo llenándolo de prácticas e interpretándolo en base de las creencias ya preexistentes; literalmente se asimila el ideario sin apropiarse de su contenido. Así los conquistados de América Latina asimilan a la religión católica de los conquistadores pero la llenan con practicas precolombinas arropando las deidades viejas como nuevos santos. Las huellas de este proceso están aún visibles, de ejemplo cada año del 1 al 10 de Agosto en Managua.

En el campo político, los élites en el proceso de independizarse asimilan el ideario político de las revoluciones de América del Norte y de Francia como después el marco legal napoleónico, sin embargo lo llenan con continuadas practicas feudalistas y la Divina Providencia como creencia incólume. Si América Latina se hubiera apropiado de los contenidos mismos en aquel momento, hubiera sido una de las regiones más avanzadas del planeta, más avanzada hasta que muchos países europeos. Un marxista diría que no pudo ser, pues las bases materiales aún no daban para esto.

Los revolucionarios latinos de la segunda mitad del siglo XX se encuentran en un dilema objetivo: por un lado hay una contradicción abierta entre el contenido real de una democracia liberal-burguesa como desarrollado en los Estados Unidos o Europa Occidental, y su forma sincretizada en América Latina, a tal grado que ya solamente la apropiación final pero real de del ideario democrático del siglo XX implicaría una revolución de fondo de las relaciones económicas, sociales y políticas. Por el otro, son precisamente los gobiernos de los países en relación más avanzados -EE.UU., Europa Occidental-, los que apoyan a las capas dominantes retrógradas en América Latina.

Ante este dilema objetivo y en lugar de apropiarse al fin de conceptos democráticos contemporáneos avanzados, muchos en la izquierda latina optaron por la asimilación de otro ideario, él del Leninismo, más aún como la Unión Soviética de los años 50 y 60 era un país relativamente avanzado en agricultura, educación, industrialización, salud, tecnología y ciencias comparado con América Latina. El ensayo “Un Nicaragüense en Moscú” de Carlos Fonseca es un testimonio vivo de ésta fascinación. Sin embargo aparentemente se les escapa que ya el ideario de Lenín era fruto del sincretismo ideológico.

Lenin concibe al Partido Bolchevique en ¿Qué hacer? con la narrativa del Manifiesto Comunista pero con las formas de organización del Sínodo Sagrado de la Iglesia Ortodoxa Rusa, asimila el método analítico científico de Marx pero lo llena en Materialismo y Empiriocriticismo con una predestinación escatológica y al fin invierte los roles entre economía y política: cuando según Marx el desarrollo de la economía establece un marco para la política, para Lenin en Estado y Revolución la política por mero voluntarismo crea sus bases económicas, adoptando los métodos burocráticos supuestos como los mas avanzados de sus tiempos, el burocratismo-militarismo prusiano, como modelo organizativo del nuevo estado.

Lenin justifica en El Imperialismo ... su asimilación muy particular del ideario de Marx, tanto por la supuesta corrupción de la clase obrera ya aristócrata -como dice él- en los países económicamente más avanzados como por la esperanza que se pudiese romper las cadenas en sus eslabones menos desarrollados para extender la revolución después a los países más avanzados, esperanza ya defraudada en 1922 y sepultada en definitivo por el colapso de Socialismo Real del 1989 en adelante.

El sincretismo político latino ni quiera llegó a semejante justificación propia sino reinterpreta hasta a Lenin: Mientras éste hablaba de imperios y colonias reales -entonces los de Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Portugal-, la asimilación latina extiende conceptual- y mentalmente las figuras de Conquista y Resistencia de la colonización hispañola, ya terminada en 1821, a los siglos XX y XXI.

En parte se apuesta al triunfo del Socialismo Real y convierte así un problema interno -las desigualdades, injusticias y falta de oportunidades y de participación- en un problema externo, en parte se supera aún al sincretismo de Lenín -para quien los campesinos y peones eran solo acompañantes del proletariado- al elevar a éstos -a veces también los pueblos indígenas y los afrodescendientes- a supuestos actores revolucionarios principales bajo orientación siempre de la sabia vanguardia, aspirante a ocupar las posiciones y el poder de los oligarcas a desplazar. Cabe señalar que la externalización de los conflictos internos lejos de debilitar fortaleció al poder oligárquico, pues ésta se aprovechó del mismo esquema para justificar la represión brutal y la agresión externa bajo el pretexto de la seguridad nacional.

Hoy los Ex-KGB Vladímir Putin y Dmitri Medvédev asisten a las misas solemnes celebradas por su Santidad el Patriarca de Moscú, como lo hace la Primera Pareja nicaragüense -y supongo también Lenín Cerna y Tomas Borge- cuando convoca su Eminencia el Cardenal, o sea se apuesta a la religión como orientación ideológica principal. En ambos lados se sabe como organizar elecciones, se irrespeta la legalidad con el derecho al debido proceso, y se menosprecia la institucionalidad democrática en aras de regímenes autocráticos y autoritarios. En lugar de desplazar a la oligarquía se imponen nuevos oligarcas. En Nicaragua se quedó además una u otra frase del ideario leninista viejo ahora completamente fuera del contexto, uno u otro creyente viejo ... y como coral La Internacional.

Quedó también, pero como tarea pendiente, una democracia auténtica y plena al fin en el siglo XXI para América Latina, Nicaragua incluida, sueño aún incumplido de Simón Bolívar, Benito Juárez, José Martí y Augusto César Sandino, una apropiación de fondo y no solamente una asimilación sincrética; mucho menos aún conviene el  impostor Socialismo del siglo XXI, pues contiene tanto socialismo como la Coca Cola Coca.

Cornelio Hopmann

(véase también: Construir lo que significa ser nicaragüense y Rosa Luxemburgo y el orden constitucional)

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