Estimado Andrés,
parece que compartamos el concepto, que cada uno lleva consigo encarnado el contexto familiar, social, económico, político y histórico, que nos tocó al criarnos, y -sin renunciar a lo propio, autónomo del resultado- reconociendo la influencia fundamental de nuestros educadores y acompañantes en el sentido amplio de la palabra, en familia, escuela y parroquia, en el estudio y el trabajo, en organizaciones sociales, gremiales y políticas, es decir la influencia por aquellas y aquellos, que nos criaron.
Ahora bien, al trasladarme a un contexto completamente diferente –y mucho más diferente que hubiera pensado al inicio- me di cuenta que mi marcos automáticos de referencia –aquellos que dictan la primera apreciación de una situación concreta o de un texto, de un discurso- son diferentes a los de mi ambiente o como se dice en alemán Meine Uhr tickt anders – Mi reloj anda con un tic-tac diferente.
Por la misma situación familiar –una familia bicultural y binacional- y el trabajo –siempre como actor integrado y dependiente de contextos nicaragüenses, nunca como empleado o enviado de agencias externas-, no podía retirarme a una posición netamente contemplativa sino tenía que vivir activamente con las diferencias hasta contradicciones, o sea no bastaba conformarme con soy diferente sino tenía que reflexionar por qué somos diferentes, y adicionalmente cuáles de éstas diferencias eran personalmente mías –presentes allá como acá- y cuáles debido a una socialización allá y acá diferente, un proceso de análisis no terminado, que me remite sin embargo constantemente al análisis tanto del contexto alemán como del contexto nicaragüense en sus dimensiones presentes y sus antecedentes históricos, aprendiendo tanto la historia alemana como la nicaragüense.
Curiosamente detecté un antecedente familiar –la vinculación de mi familia materna con la independencia de Estonia-, al cual yo muy probablemente en Alemania nunca le hubiera dado tanta importancia sino fuera en el contexto de hispanización, mestizaje e independencia de Nicaragua: mi familia materna tiene origen estonio, es decir los nativos de Estonia. Mi bisabuelo Gustav Beerman, casado con una alemana, inventó la bandera nacional de Estonia, mi tía-abuela cosió el primer ejemplar para una asociación estudiantil nacional-estonia en la universidad de Tartu, siendo su hermano mayor Christoph Wilhelm hasta su muerte guardián de la misma. Hoy día la escuela de primaria extendida, fundada y operada por mi bisabuelo, se contempla como una cuna de la literatura nacional de Estonia. Pero en sus tiempos la única forma de acceder becado a una universidad era para estudiar teología luterana, la única universidad en Estonia impartió toda su docencia en alemán, entonces los egresados de la misma –mujeres no hubo- pertenecían casi automáticamente al nivel superior de la sociedad -comerciantes, artesanos y latifundistas- de Estonia, cuya cultura era la alemana. Por sus malos antecedentes como nacionalistas, ni a mi abuelo ni a sus hermanos, una vez graduados y ordenados, se les asignó parroquias luteranas en Estonia. Entonces hasta 1917 atendieron a feligreses luteranos en Rusia o trabajaron ahí –como mi abuelo- en la educación de hijas de la aristocracia rusa-alemana. Mi abuelo Johannes Immanuel, el más joven de 6 y segundo en línea a casarse con una alemana, se contemplaba a si mismo como alemán mientras sus hermanos se pensaron como estonios, con tal que en las escaramuzas de la independencia de 1917/18 los hermanos se encontraran en bandos opuestos.
No obstante en fin entre 1929 y 1944 todos aún vivos –salvo el guardián de la bandera, fallecido en 1939- emigraron con sus familias a Alemania. Contó mi mama que cuando se trasladaron a Alemania –ella tenía 6 años entonces-, su muñeca favorita tenía que quedarse atrás, pues hablaba solamente estonés pero no alemán. Para mi era muy emocionante visitar a mis primos lejanos –descendientes de hermanos de mi bisabuelo- en 2005, conociendo así de primer mano una parte de la historia familiar.
Dicho todo esto –más lo anterior en el post inicial-, tengo que decirte que el concepto Estado-Nación para mi no tiene absolutamente ningún atractivo. Además hago una diferencia clara entre Estado –entendido como los poderes públicos a nivel central y local- y Nación –dentro de la cual el estado es un pero no el único actor- siendo la contraparte del estado la sociedad civil institucionalizada, es decir todo el conjunto de asociaciones u organizaciones de cualesquier carácter –gremial, social, profesional, político, religioso, cultural si querés hasta deportivo-.
Voy a un pasó más: para mi no existe tal bien común nacional –tan fatamorgana como la voluntad general-, ni hacia adentro ni hacia afuera como algo plasmable en políticas concretas mas allá de los principios que no se deba negarle al otro el derecho de andar detrás de su autodeterminación entre otras organizándose, ni se deba promover la destrucción de las condiciones naturales y sociales de la existencia humana misma, donde destacan el medio ambiente y el respeto a la ley sin tomar ni uno ni otro como inmutable. Lo que si hay es política como un proceso constante de encontrar/negociar balances entre intereses encontrados. De nuevo en este proceso el estado es un actor (y escenario), pero no el único, de tal forma que este proceso se desarrolla también entre otros actores sin intervención del estado, de ejemplo la negociación entre sindicato y patronal sobre salarios y condiciones de trabajo.
Ahora bien, reconozco claramente que ésta, mi posición resulte de la situación muy particular de Alemania después de la catástrofe, pues la misma dejó devaluado por completo al concepto Estado-Nación como un fantasma que no tenía respaldo alguno en casi 900 cientos años de historia alemana –de Otón I (973) hasta 1872 Proclamación del Imperio Alemán Alemán por Bismarck- cuando más bien la promoción del concepto llevó a la catástrofe. Ninguno de los nuevos estados de Alemania Federal se sentía comprometido con los ideales administrativos-burocráticos de Prusia –los que en el exterior se sigue contemplando típico alemán- tampoco, mas bien habían sido territorios incorporados a Prusia por fuerza militar reciente en el siglo XIX. Cuando se le preguntó al recién electo tercer presidente de Alemania Federal Gustav Heinemann en 1966 –él tenía ya 67 años- ¿usted ama a Alemania? él contesta: ¡amo a mi esposa! Admito que para Alemanes jóvenes de hoy –o sea socializados después de la incorporación de la RDA a la RFA- la valorización pueda ser diferente. No sé, pues las transformaciones alemanas de 1989 por acá para mi son algo ajeno. Solamente noté por televisión y noticias mares de banderas en el campeonato mundial de futbol, algo para mi –y sospecho la mayor parte de mi generación- en nuestros tiempos completamente inconcebible.
Al colapsar la transcendencia de Estado-Nación, se quedaron en su lugar lo procedimental de la democracia formal y del estado de derecho así como un alto nivel de autonomía de las municipalidades –las que a nivel operativo tenían que manejar la reconstrucción de las ciudades destruidas- más al interactuación directa entre sindicatos y patronal con autonomía garantizada por la mismita ley fundamental. (¡ojo! los términos sindicato y patronal se refieren a los sindicatos unificados y la patronal, ambos organizados por ramas de la economía, aunque hay también la participación directa en la gestión de las empresas, por empresa y corporación institucionalizada en base de ley).
Hay que añadir que ya en 1900 la ley establece la libertad de formar asociaciones y sociedades con fines definidos por los miembros con personería jurídica propia por el solo acto de constitución –sin necesidad de permiso ni derecho a la intervención por el estado como todavía en la Nicaragua del 2009-, de tal forma que –superado la Gleichschaltung Nazi- de nuevo hubo miles de asociaciones y sociedades -con sus procesos internos de decisión, elección y rendición de cuentas- así que había una amplia tradición de auto-organizarse no solo para reclamar sino para resolver (véase también Las sombras del Absolutismo en la Nicaragua del siglo XXI)
Como último, había otro concepto, que había perdido su transcendencia: el concepto del padre (varón) como autoridad natural (Mitscherlich): Para mi generación, nuestros padres y abuelos habían vuelto de la guerra dos veces derrotados, y de la segunda ni quiera podían defenderse o justificarse públicamente por haber defendido la patria, cuando era obvio a todas luces que Alemania había iniciado ésta y además en nombre de Alemania se había cometido los crímenes más horrendos. Esto no quiere decir que las generaciones aquellas hubiesen dejado por así sus hábitos autoritarios, machistas y paternalistas sino que ya no había un justificación transcendental para los mismos. Aunque parezca como si fuera algo solamente en en el marco familiar, significaba de fondo el colapso del concepto de la autoridad natural, sea el contexto que fuera. La contradicción entre hábitos viejos y su colapsada justificación era la base particular para la Revuelta Estudiantil del 1968 en Alemania, aunque concurrente con actividades de forma similares en todo el mundo en el mismo periodo. En lo sencillo: ya no nos abstuvimos a cuestionar, solo porque el cuestionado se presentara como autoridad, levantándonos no contra autoridades específicas sino contra cualquier autoridad sin responder. De ahí en adelante cualesquiera autoridad –incluyendo la religiosa- se vio limitada a contextos funcionales específicos y a la vez obligada a justificarse/responder públicamente ante aquellos sobre los cuales quería ejercer su autoridad o liderazgo.
¿vos puedes imaginarte cómo me sentía en mi visita exploratoria a Nicaragua del diciembre 1983 hasta finales de febrero del 1984? Como en otra estrella ya por apariencias: una generación más o menos de mi edad al mando, una generación 10 años y más más joven en las universidades, los cafetales y las manifestaciones. La cantidad de banderas rojinegras el 21 de Febrero 1984 me parecieron extraña. La consigna ¡Dirección Nacional – ordene! me produjo escalofríos De la historia nicaragüense sabía casi nada salvo generalidades, sin embargo me atrajo la oportunidad de aportar con las/los jóvenes a algo nuevo, diferente. No me asustaba la aparente falta de recursos –como computadoras o libros-, pues cuando comencé en Informática apenas 12 años no los había en Alemania tampoco.
Por el otro poner lo más avanzando de la tecnología al servicio real y práctico de las mayorías precisamente en este contexto, me pareció –y sigue pareciendo- un desafío, que vale para gastar tiempo de vida, lo más precioso e irrecuperable que tenemos. No estoy arrepentido ni he renunciado, pero ojalá hoy soy un poco más sabio por aprendizaje, estudio y experiencias acumuladas, o sea sé mejor –creo al menos- pesar las herencias que en aquellos momentos, de ambos países.
¿y vos, como te has criado en Nicaragua y cómo te recibió Canadá, años mas tarde?
Cordialmente
Cornelio
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