jueves, 20 de agosto de 2009

Cornelio: País de solo Penurias

Estimado Andrés,

Vos escribes: En este sentido me atrevo a decir que Nicaragua no será un verdadero país, hasta que los nicaragüenses no seamos capaces de construir una visión y una definición política –no folklórica- de lo que significa ser nicaragüense. La clase política nicaragüense y los grupos económicos que han dominado el país han sido incapaces de promover el desarrollo de estas definiciones. La clase política nicaragüense ha sido y sigue siendo “inferior a su propia suerte”.

Me temo que antes o al menos en paralelo, las/los Nicaragüenses –en particular pero no limitado las/los jóvenes- tendrán que re-apreciar a Nicaragua, y por el otro nosotros los viejos –en términos Nicas ya ancianos- debemos tomar nota que para la gran mayoría –los que ahora tienen 35 años y menos- hay una ruptura en la percepción histórica del país, tal que –y a diferencia a nosotros- perciban a Nicaragua no como el país de las promesas pero incumplidas sino como callejón sin salida salvo la emigración, más aún como no hubo relevo generacional sino el país –en su cultura política- ha envejecido al mismo ritmo al cual los muchachos de 78/79 se hicieron ancianos sin soltar las riendas. Cabe señalar que los más que 80,000 estudiantes de las universidades públicas de hoy –UCA y UPOLI incluidas- tienen menos incidencia en las mismas universidades, de la opinión pública ni hablar, que los ni 8,000 estudiantes de 1976 al 1979.

Hay que tomar nota que la Nicaragua del 2009 –a pesar de la continuidad de cuadros en política y sociedad- no tiene continuidad percibida con la Nicaragua de los 80, de antes ni hablar. Los jóvenes de hoy –aunque un términos objetivos lo sean- no se sienten como “Juventud heredera de un fracaso nacional” tal como vos la nombras en un ensayo, sino se sienten ajenos a éste fracaso tal como ajenos a Nicaragua: mas que el 68% no solamente quiere emigrar a la primera oportunidad sino prefiere que hubiera nacido en otro país. Puesto al punto: Nicaragua es un país maldito pero -para los jóvenes- ellos no tienen nada que ver con ésta maldición ni en el sentido de resignación ni en el sentido de rebeldía.

Por el momento limitándome solamente a los universitarios, esperan culminar su carrera, encontrar un trabajo vinculado con su carrera y ganar lo suficiente para establecer un familia, o sea deseos supongo no muy diferentes de los de los estudiantes tuyos en Toronto. Sin embargo chocan con la realidad como la muestra el censo del 2005 según lo cual hubo 151,301 profesionales con título universitario, de los cuales 115,031 tenían trabajo regular, quedándose 36,184 o el 24% sin empleo fijo y ¡ojo! se trata de cualquier empleo ni quiera en la profesión estudiada, tal que el taxista con título de Ingeniero en Informática –se dirigen a mi a menudo por ser Informático conocido- o la cajera con licenciatura en contaduría pública cuenten como empleado (mas en: Una Nicaragua sin futuro y Desarrollo, Autonomía y Responsabilidad).

Cabe añadir que en las maquilas de Zona franca desde sus inicios se exige Ciclo básico completo para cualquier contratación con una tendencia hacia la secundaria completa o el bachillerato para trabajar en un línea de coser. Esta situación –en inglés se llama out-crowding- a la vez ha provocado que la mayoría de los aspirantes a entrar a cursos de técnico medio son bachilleres y no egresados de ciclo básico completo como antes. O sea en resumen los jóvenes ganan la experiencia que aún esforzándose para pertenecer al 2.8% con título universitario, el país no los necesita y además –como no hay un mercado laboral transparente, salvo algunas pocas empresas- si encuentren pegue, entonces por conectes personales o políticos, casi nunca por merito.

Intente a comparar la situación de éstos jóvenes –y sus cantidades- tanto con la situación tuya (y del país) cuando eras estudiantes como con la situación de tus estudiantes ahora en Toronto. Peor, pues ustedes tenían al menos a quién responsabilizar por éstas situación –desde los Somoza hasta los capitalistas o imperialistas- y a que aspirar –cambiar al país de fondo-, mientras los jóvenes de hoy tienen solamente neblina al otro lado, tanto en cuanto a autoridades como en cuanto a perspectivas posibles, pues el amanecer dejó de ser una tentación sin que haya salido un nuevo sol iluminando toda la tierra.

Confieso: ésa Nicaragua de hoy no es la Nicaragua, con la cual me comprometí en 1984. En la Nicaragua del 1984 hubo carencias de todo tipo y en cualquier lado, sin embargo hubo la confianza –en particular en la capacidad propia- de salir del hoyo en primer instancia por esfuerzo y trabajo propio, incluyendo preparándose lo mejor posible estudiando. En la Nicaragua de hoy –con mucho menos carencias que en 1984- ésta confianza no existe. Mas que nunca, los Nicaragüense jóvenes están profundamente convencido que (a) el país no tiene remedio, (b) que –si haya solución- la misma puede venir solamente por importación de afuera sin embargo (c) que emigrando ellos mismos tendrán perspectivas de realizarse como profesional.

Si yo les hablaría en ese estado mental solamente de la miseria y de los pobres en Nicaragua, muy probablemente yo hasta reforzaría ésta convicción. O sea es una cosa hablarles de cristiana responsabilidad social a quienes se ven a si mismo en el camino hacia arriba –como sospecho ustedes en los Colegios de secundaria pública y privada y las universidades de los años 70- y es otra cosa completamente diferente el discurso posible a quienes se sienten en un callejón sin salida salvo la emigración como los universitarios de hoy, donde como primero tengo que restablecer a Nicaragua como país viable, mostrando que aún en Nicaragua hubo momentos con una dinámica propia de desarrollo (vea Sin vigor ni gloria) y motivarlos a detectar sus propias capacidades para restablecer su autoestima.

Y es hasta después que podemos conjuntamente explorar hasta donde tanto sus convicciones como sus formas de interactuar –de ejemplo su incapacidad de organizarse- sean resultados concretos de un proceso histórico concreto, del cual los mayores no les quieren hablar. Mas importante ambos son cambiables por ellos mismos –aunque con bastante esfuerzo consciente y práctico- una vez identificado los orígenes.

Hasta aquí por el momento

Cordialmente
Cornelio

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