En los últimos 3 años al fin se hizo manifiesto un cambio de época, más preciso el ocaso del siglo XX, abriendo espacio a un siglo XXI diferente de fondo. Hay terremotos financieros, causados por el reacomodo de placas tectónicas económicas: China desplaza a los Estados Unidos como productor más grande de bienes transables y al mismo tiempo como importador más grande de materias primas, una posición que los Estados Unidos le quitaron a Gran Bretaña más o menos por 1910 para mantenerla durante todo el siglo XX. Falta menos que una década que China, recuperando una posición que ya tenía hasta el siglo XVI, desplazará en sus transacciones externas -tanto exportaciones como importaciones de bienes, materias primas y servicios- a los países de la Unión Europea en su conjunto. China, ya no Japón ni los Estados Unidos ni la Unión Europea, será el exportador mundial más importante de bienes manufacturados y a la vez el importador más importante de materias primas, posición última que ya hoy ocupa en su relación con Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay. No cabe ninguna duda, que dentro de poco Bolivia, Ecuador y el Perú se unan al mismo club, una transición comparable solamente a las transiciones anteriores de España a Inglaterra a inicios del siglo XIX y de Gran Bretaña a los Estados Unidos a inicios del siglo XX.
Pero no solamente a nivel mundial se está terminando una época. Aunque a escala micro lo mismo sucede en Nicaragua. Se está terminando una época de crecimiento económico en base de la expansión, iniciada en tiempos de Zelaya. Recapitulando, a penas en 1906 Nicaragua llegó de nuevo al mismo nivel de población, como lo tuvo al momento de la conquista, apenas unos 501,849 habitantes. En el censo nacional del 2005 se registro 5,142,098 habitantes, mas un estimado de hasta 1,000,000 de emigrantes. Sin embargo como consecuencia de la transición demográfica ya no crece como antes. La cantidad de menores de 10 años ya se estabilizó. Después de un fuerte incremento en el tamaño de la mano de obra entre 1990 a la fecha, quedan menos que una década y la misma ya no crecerá más. En cuanto del territorio, gracias precisamente a que EE.UU. le quitó su role de fuerza dominante a Gran Bretaña, con Zelaya inició la última etapa de la colonización interna. Aunque detenida por la guerra de los 80, el subsiguiente rápido avance de la frontera agrícola convirtió precisamente los campos militares de esa guerra en nuevos núcleos poblacionales. Con un avance como en los últimos 20 años, en menos que 20 años ya no habrá bosque que tumbar, rozar y quemar, o sea no habrá mas tierra virgen, que se pueda sumar.
La economía de Nicaragua en toda la época por concluir creció al mismo ritmo, es decir en la medida, que se incluyera nuevas tierras a agricultura y ganadería y que se ampliara el tamaño de la fuerza laboral. El crecimiento promedio anual por persona no sobrepasó el 0.9% entre 1920 y 2009, como muestra un reciente estudio del Dr. Mario de Franco. Peor, entre 1980 al 2009 la productividad por persona económicamente activa mas bien se redujo dramáticamente, como lo muestra otro estudio de Adolfo Acevedo. A la inversa, todo el supuesto crecimiento de los últimos 10 años se debe exclusivamente a la expansión de la tierra explotada –incluyendo ahí la minería-, al crecimiento del tamaño de la fuerza laboral –no su mejor calificación- y por ende a mejoras en los precios de las materias primas exportadas, donde China es la fuerza motriz principal. Sin la exportación de los emigrantes y sus remesas, la economía nicaragüense desde rato estuviera en problemas muy serios, dado que para Nicaragua misma el costo de las importaciones –en particular petróleo y alimentos- creció mucho más rápido que el valor de las exportaciones, de nuevo con China como factor básico principal.
El “cambio de época” requería de un cambio similarmente profundo en la visión del país y de los enfoques para su desarrollo. Pero lo que se ve en actualidad es todo lo contrario. El grupo "a cargo" del país, -entre "lideres" políticos, económicos, académicos, ONG y opinión publicada, no más que unos 200, en su mayoría de entre 50 y 70 años con unos pocos entre 40 y 50- se conocen personalmente entre ellos mismos desde décadas y han arreglado su convivencia en cuanto a la economía bajo el lema "entre bomberos no se pisa mangueras". Su ceguera senil les impide tomar nota de los cambios seculares, tanto a escala mundial como en Nicaragua. Siguen apostando a la expansión como motor –como se hizo durante un siglo-, aunque destruya las últimas reservas del país. Promueven auto-empleo, informalidad y subsistencia como remedios temporales, aunque desde ya bajen la productividad global del país y son la causa principal para la iliquidez cercana del Seguro Social. Quieren sacar para si mismo y sus familias los últimos réditos de una participación residual de Nicaragua en mercados para productos de baja sofisticación. Promueven la atomización aún más profunda de la parte productiva de la economía, mientras contra coimas explicitas e implícitas permiten a ciegas arreglos oligopólicos entre unos pocos de adentro y afuera, quienes controlan aspectos vitales como comunicaciones, exportaciones e importaciones, energía, finanzas y medios.
Una Nicaragua reposicionándose en un mundo cambiado a lo externo e interno, debería apostar a la intensificación y especialización, para proporcionar productos con identidad propia, usando los mismos hasta menos recursos humanos y naturales. Eso requería de inversión previa en capital humano y capital productivo tecnológico, inversión en particular en educación y formación laboral, tanto para los aún en edad de educación escolar como para los que ya salieron de la misma. Inversión nacional requiere de mecanismos nacionales de ahorro y acumulación para su oportuna canalización, no el revival de recetas fracasadas, apostando a que el exterior desinteresadamente aportara los fondos requeridos. ¿desde cuándo alguien afuera se comprometería con inversiones a largo plazo en aras de la bienandanza de Nicaragua, si los mismitos Nicaragüenses no están dispuestos a comprometerse?
Una Nicaragua dueña de su historia y arquitecta de su futuro en el sigo XXI requería de políticas nacionales consensuadas en economía y finanzas públicas, educación y formación laboral, sistemas sociales, agricultura, manufactura, comercio y servicios, energía e infraestructura, ciencias y tecnología. Obviamente no habrá consensos nunca sin poner antes los conflictos esenciales de intereses encontrados sobre la mesa para su discusión abierta, franca, respetuosa y transparente. Solamente así –pero no en reuniones a puerta cerrada en círculos pequeños repartiendo al país- se llegaría a un balance y a la concertación aceptada por la nación entera. La implementación real de los consensos dependería de una administración pública ágil, apartidaría, descentralizada, efectiva, eficiente, previsible y transparente, lo opuesto a un enjambre de instituciones funcionando en base de relaciones cuasi-feudales de lealtad personal en lugar de legalidad y legitimidad por medio de reglas claras y su fiel cumplimiento.
Mientras la transformación estructural ineludible no está en la agenda electoral, se intentan a entretenernos con campañas basadas en moral y nostalgia, con remedios inútiles ya a corto plazo y recetas fracasadas desde tiempos de Zelaya. El revival de canciones del pasado refresca quizás memorias, pero no rejuvenece a las personas. El pasado quizás sirva para aprender de sus aciertos y desaciertos, pero no como una brújula hacía el futuro. Estructuras obsoletas no se mejoran al reducir su tamaño ni cambiar las personas a cargo. Entonces ante la falta de capacidad imaginativa propia para un futuro diferente en un mundo y una Nicaragua radicalmente diferentes, se intenta a contaminar a las próximas generaciones idolizando cada quién su pasado ya fracasado para convertirlo en una droga para sentirse bien al menos mientras se va del mal al peor. Ningún problema serio para adultos mayores, cuyo destino más cercano –como él de su siglo XX- de cualquier forma ya es el cementerio, pero inyección letal prematura para el futuro de generaciones que tienen aún la mitad del siglo XXI por delante.
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