Lo abajo fue publicado hace casi 10 años. (Confidencial 2000-212).
Me asusta lo acertado en las proyecciones ….
Leyendo el documento Estrategia Reforzada de Reducción de la Pobreza (ERRP), encontramos un análisis acertado del cómo estamos. Los pobres describen así su situación:
Los pobres consideran que las dotaciones materiales, financieras, educativas y naturales son los principales determinantes del bienestar. En todas las áreas entrevistadas, se identificó que los principales factores que contribuyen a una mala calidad de vida incluyen: alimento inadecuado, vivienda pobre, bajo ingreso, limitaciones en la tenencia de tierras, pocas oportunidades de empleo y falta de acceso a los sistemas formales de financiamiento. En general, los pobres no confían en las instituciones públicas, las cuales suelen considerarse incapaces de funcionar en favor de ellos. Una de las percepciones predominantes es un sentido de desesperación y resignación. Los pobres creen que la pobreza es un círculo vicioso, del cual no pueden escapar, porque es heredada y se perpetúa a través de las generaciones. Los pobres opinan que su capital humano limitado aumenta sus vulnerabilidades a los impactos y a las crisis económicas.
Sin quererlo, supongo, este texto contiene no solamente una valoración de su situación por parte de los pobres dentro de Nicaragua, sino la valoración global, que hace todo el país al parecer de sí mismo. Consecuentemente, desde el campesino de Santo Tomás del Norte hasta el Presidente del Banco Central, se define pobreza por medio de la participación en el consumo, no en términos de la capacidad de producir riqueza. Ambos se quedaron en el siglo XVIII confundiendo todavía en el siglo XXI prosperidad con riqueza.
Como punto esencial de estrategia, el documento recomienda:
El crecimiento económico de base amplia y el uso intensivo de mano de obra es el pilar más importante de la ERRP. Este pilar descansa en la implementación de un programa de estabilización económica sostenido y de reforma estructural, que incluye la privatización de empresas estatales de servicios públicos, medidas destinadas a modernizar e integrar la economía rural, impulsar la pequeña y mediana empresa, desarrollar la Costa Atlántica y fomentar los aglomerados productivos estratégicos. La fortaleza de este pilar dependerá de la dinámica del sector privado. En última instancia, es el sector privado, no el público, el que generará puestos de trabajo, mayores ingresos y riqueza en Nicaragua.
El Estado deslinda responsabilidades
Con lo subrayado, el Estado y el gobierno de antemano ya se despidieron de la economía real, salvaguardándose de responsabilidades. Si la estrategia fracasara, esta vez el sector privado —no los sandinistas— sería el culpable, al no ser lo suficientemente dinámico !que lástima!
Cabe señalar, que también se curan en salud los contingentes de asesores económicos internacionales. Un vistazo en casa propia ya debería haberles enseñado lo absurdo de transferir recetas del contexto industrial al contexto netamente agrario: en ninguno de los países del G7 la agricultura de granos y la ganadería simple es negocio rentable en capital líquido para el agricultor; por el contrario, la agricultura depende desde Washington y Ottawa hasta Bruselas y Tokio de mercados cerrados, subsidios permanentes y dumping en las exportaciones. Tampoco la industria avanza y se moderniza sin inversiones multimillonarias en investigación y ayudas de conversión, proporcionadas por el sector público. Es más: el porcentaje de la participación del sector público en el PIB en todos estos países sobrepasa con creces el de Nicaragua.
¿Por qué se nos receta, lo que no se aplica en casa? En el fondo, es fácil identificar que el problema fundamental para estos asesores tampoco es la capacidad productiva del país sino algo más simple: nuestra capacidad de pago de intereses. Ellos se olvidaron —quizás por la climatización de las oficinas en Managua— que en las zonas céntricas del planeta, como Nicaragua, hay muchas otras formas de enriquecerse rápidamente y mayor facilidad que invirtiendo en producción industrial o artesanal —no solamente la corrupción—. De tal forma que al complicarse la producción en sus diversas formas, el efecto más probable no es más eficiencia y eficacia de ésta sino la descapitalización con la colocación de fondos en actividades comerciales, financieros o netamente especulativas.
Los resultados de las políticas aplicadas desde 1990, pero con mayor empuje desde 1996, son congruentes con la percepción nacionalmente generalizada mencionada al inicio: ser menos pobre es igual a mayor participación en el consumo, es decir se define en la cima por el palacete en el Kilómetro 10 Carretera Sur, la camionetona Chevy, el colegio y la universidad de los hijos y por fin la buena comida. Consecuentemente, el principal dolor de cabeza del Dr. Noel Ramírez es mantenernos lo suficientemente a flote para seguir importando y consumiendo. Aunque en el camino se desbarata la capacidad interna de producción y el déficit comercial alcanza proporciones nunca antes visto, sólo balanceado un poco el déficit con nuestras exportaciones de emigrantes. Ellos nos ayudan con sus transferencias a casa hasta tal grado, que sólo en base a las comisiones de las remesas ya uno puede hacerse accionista mayoritario y presidente de un banco.
Parece que tampoco preocupa demasiado el balance interno en el consumo: si en términos globales el 20% de la humanidad consume el 80% de los recursos disponibles, nuestros 20% más ‘ricos’ —más modestos— ya se conforman con sólo el 55%. Sigamos aplicando, pues, la misma receta global a lo interno: más y más mercado y menos Estado con ciertos aumentos mínimos de transferencias a los más miserables —por supuesto financiado también desde el exterior—, para que no se produzca una invasión de los pobres en las zonas residenciales.
ERRP no produce mas riqueza
Ninguna de las acciones y medidas estratégicas propuestas, hace a los pobres, ni hablar de los miserables, más productivos. Al menos no en las zonas geográficas y áreas de trabajo en que luchan para sobrevivir.
La agricultura de subsistencia no se cambia sólo por el hecho que el campesino tenga hasta el sexto grado aprobado. Ni la mujer, que experimenta toda su vida como una fatalidad todo lo que esta fuera de su alcance, comenzará a planificar la cantidad y momento de nacimiento de sus hijos sólo por recibir instrucción. Salvo que se pretenda implementar la esterilización medio forzada y el aborto como instrumentos de control de natalidad —como ya se hizo en otros lados—, no se va bajar la tasa de fecundidad sin darle una perspectiva real, digna y a largo plazo a la vida de estas mujeres.
Basta un vistazo al mapa de la pobreza: ni Waslala, ni Wiwilí ni La Cruz del Río Grande, se convertirán de cenicientas en princesas con el beso del turismo, ni los taiwaneses, aun con el privilegio de una zona ex territorial, van a abrir maquiladoras en Cuá-Bocay. Las propuestas de medidas facilitadoras macro-económicas, como el mercado de tierras y madera etc. van a permitirnos regresar felizmente al pasado, restableciendo la agricultura extensiva de las grandes extensiones pero de baja productividad y baja intensidad laboral, puesto que —en términos de rentabilidad por capital líquido invertido— es la más competitiva. Combinado con el libre comercio de madera tropical nos ayudarán eficazmente a superar las diferencias entre Zona Pacífica, Zona Central y Zona Atlántica, dejando éstas tan despaldadas como aquella.
Se pretende darnos atol con el dedo: por un lado —según el mismo texto basado en los datos del propio BCN— los 40% más pobres consumen ahora más o menos el equivalente a 240 millones de US$ al año. Por el otro se pretende gastar unos 370 Millones al año para al final de cinco años reducir esta pobreza en un 25%, o sea subir globalmente el grupo en cuestión al consumo de 300 Millones. Es decir un rendimiento proyectado de menos del 3% para el grupo favorecido.
¿Entonces qué es esta Estrategia Reforzada de la Reducción de la Pobreza (ERRP), si no apunta a producir más riqueza? Es el intento audaz, lo acepto, de hacer de la misma miseria —insuperable, como estamos convencidos todos por ser un círculo vicioso y herencia de generaciones— por lo menos una justificación en aras de la HIPC para más ingresos consumibles de transferencia, desde las reservas netas del Banco Central, pasando por los asesores nacionales e internacionales, los funcionarios políticos de todos los niveles, el comercio y los bancos, llegando hasta los miembros de las ONG y quizás, quizás incluyendo también a uno u otra de los que sobrevivan aún en la miseria absoluta.
Todo bien, salvo que cuando la miseria se convierte de limitante en la base misma de la existencia, esta existencia a la vez se hace miserable.
¿Queremos verdaderamente esto, un país miserable?
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