viernes, 6 de mayo de 2011

Cornelio: La economía capitalista no es un juego de suma cero

En la teoría de los juegos, se entiende como un juego de suma cero, un juego en el cual la ganancia de un jugador es a la vez necesariamente la perdida de otro jugador, o sea la suma entre ganancia y perdida es cero. Póker es uno de esos juegos. Eso es cierto para una economía en la cual resulta más fácil ganarse buena vida apropiándose de recursos o intermediándolos en lugar de aprovecharse mejor de ellos para producir más y mejor usando menos recursos.

Desde los tiempos coloniales hasta nuestros días la economía nicaragüense ha sido de este tipo, dependiendo de la asignación respectivamente apropiación de recursos –tierras e indígenas- y la intermediación de recursos –desde el comercio, pasando por los bancos para llegar a las ONG, que se sostienen gracias a la cooperación externa- más que del aprovecharse de los mismos para producir más y mejor usando menos recursos.

Esa clase de economía “de baja intensidad” crece solamente en forma vegetativa, es decir en la medida en la cual logre incorporar más recursos –más tierras devastadas, mas personas en edad de trabajar-, pero no en base de incrementos de la productividad. Tal es así que la productividad por persona laborando o por hectárea usada de Nicaragua hoy es mucho más baja que en los 70’s y aún más baja que en 1990. Todo el supuesto crecimiento en exportaciones se debe solo al uso de más recursos, hasta más recursos por unidad producida, no al mejor uso de los recursos.

La  convicción -la economía nacional es como un juego de suma cero- se les inculca a los nicaragüenses desde muy niños, a tal grado que en Nicaragua se captara tanto al concepto de "competencia"  como al concepto de "lucha de clase" solo como otros nombres para ese mismo juego. Mientras esta dinámica persista, más y mejor cooperación entre los actores mismos resulta contraproducente, pues la ganancia de uno es necesariamente la perdida del otro, dado que se trata solo de repartir al pastel y no hacerlo mas grande. En ese sentido la desconfianza mutua personal es solo una consecuencia del modelo económico objetivo.

En tanto, en Nicaragua al parecer nunca se entendieron de fondo ni las ideas de Adam Smith y David Ricardo ni las ideas de Carlos Marx tampoco. Para los primeros el mercado es solo el instrumento que favorece a aquel que en sus circunstancias sepa hacer el mejor uso de sus recursos, para que –concentrándose cada quién en mejorar el aprovechamiento de los suyos- en suma todos obtengan más de la misma cantidad de recursos usados. Para el segundo la esencia del capitalismo en la esfera de producción consiste no en la simple ampliación de la misma, sino en la inversión del capital acumulado en ciencia, tecnología, equipos y maquinaria con la finalidad de sacar de la misma cantidad de recursos, incluyendo el trabajo, mas y mejores productos a menor coste.

Según Marx la “lucha de clase” en el capitalismo no es simplemente una pelea de quién obtiene más de esa productividad mejorada. Según sus observaciones y análisis,  usando solo las ganancias de capital como guía, al final NO se produce más con la misma cantidad de recursos sino hasta menos, es decir más ganancias de capital y más y mejores productos y servicios no van necesariamente juntos.  En ese sentido se vuelve crucial quién define qué, para quién y cómo producir, donde él anota que en el capitalismo de sus tiempos esto lo definen solamente los dueños del capital. Cambiar eso es para él la esencia de la “lucha de clase”, no solo la distribución. Carlos Marx se sorprendiera al ver hoy cuanta incidencia externa hay en esas decisiones, desde la legislación laboral pasando por estándares legales de seguridad y inocuidad para productos para llegar a la legislación ambiental y políticas de incentivos y des-incentivos. Por seguro, llegar esos niveles de incidencia costó generaciones en lucha.

Al no captar ni la esencia de las ideas de Smith, ni de las de Marx, en Nicaragua no hubo ni hay ni organizaciones empresariales ni organizaciones sindicales ni partidos políticos mas allá de burdas caricaturas. Hoy ambos bandos, la supuesta derecha y la supuesta izquierda, tomaron al neo-monetarismo –la economía controlada y encauzada por las ganancias de la intermediación financiera- como re-afirmación de sus creencias desde niños: se trata de quien agarra el mayor tuco de pastel.

Sin menospreciar el papel del capital financiero, hay que tomar nota que el neo-monetarismo por su calidad rentista no es en primer instancia un proyecto de la gran producción capitalista, aquella dueña de medios de producción, sino –vaya de donde vienen y quienes fueron sus protagonistas como Thatcher, Reagan, Blair y Schröder-  de una clase media alta empleada pero con ingresos suficientes para acaparar ciertas riquezas personales, pero sin las más mínimas ganas de convertirse ellos mismos en empresarios arriesgando sus riquezas. Para esa capa las rentas financieras además son el sostén principal de su elevado nivel de consumo, en lo cual quieran competir con los verdaderos ricos. Para ellos –no para los dueños verdaderos de los medios de producción- sí hace una diferencia, si se les traspasa sus rentas solo con deducciones mínimas o si se los obliga a re-invertirlas en patrimonio productivo para evitar altos impuestos.

Culminando en la reforma tributaria del 2009, esa misma capa –los Alemán, Aguirre, Arce,  Castro, Navarro, Ortega, Rizo etc. etc.- apoyado por la Banca Nica y el sector comercial grande, aprovechándose de la onda del neo-monetarismo hasta en su último momento, lograron a complementar el modelo rentista colonial –agro de baja productividad y comercio como los ejes principales de la economía- por una componente del rentismo financiero, reafirmando de esa forma el modelo heredado, que tiene Nicaragua tan postrada.

Como expresado en columnas anteriores, Nicaragua necesita con urgencia una inversión masiva en su patrimonio productivo, y esa inversión no vendrá desde afuera; ni hace falta tomando en cuenta que de los casi 3 mil millones de dólares disponibles en la Banca Nica, solamente el 24% equivalente a unos 780 millones se va como créditos, en su mayoría a corto plazo, a la producción. Plata hay, hasta de sobra, faltan las políticas y las medidas para reorientarla a la inversión productiva, castigando el aparcamiento personal de riquezas y el consumo opulento desmesurado pero favoreciendo a la vez la inversión y la re-inversión productiva a largo plazo. La lucha vale la pena, aun cuando los rentistas, el comercio y la banca local pegarán el grito al cielo. Al fin, ¿quién de afuera invertirá en el patrimonio productivo del país, si los propios Nicaragüenses pueden pero no quieren hacerlo?.

2 comentarios:

Arturo dijo...

Voy a referirme al siguiente párrafo: "La convicción -la economía nacional es como un juego de suma cero- se les inculca a los nicaragüenses desde muy niños, a tal grado que en Nicaragua se captara tanto al concepto de "competencia" como al concepto de "lucha de clase" solo como otros nombres para ese mismo juego. Mientras esta dinámica persista, más y mejor cooperación entre los actores mismos resulta contraproducente, pues la ganancia de uno es necesariamente la perdida del otro, dado que se trata solo de repartir al pastel y no hacerlo mas grande. En ese sentido la desconfianza mutua personal es solo una consecuencia del modelo económico objetivo."

Me parece una contradicción tu conclusión de que la desconfianza mutua personal sea "una consecuencia del modelo económico objetivo" que en este caso es "la convicción" de que la "economía es como un juego suma cero" lo cual solo está en la mente de las personas, no en la realidad.

Cornelio.Hopmann at Gmail.com dijo...

Arturo, tal cual cómo la economía de Nicaragua ha venido funcionando desde los tiempos de la colonia, ella ES un juego de suma cero. Es no quiere decir que no haya posibilidad de OTRA economía que NO funcione de esta manera. Solo que esto requiere cambiar las reglas del juego. Y ese cambio de las reglas no se da en forma automática ni sin resistencia por aquellos, a los que las reglas existentes favorecen. Vale la observación que las políticas económicas, fiscales e impositivas son la expresión fehaciente de esa reglas, tal que su cambio respectivamente la demanda de cambiar mas que una vez ha sido la chispa para encender revoluciones, así en Gran Bretaña, los EE.UU., Francia hasta México. Pero aún en los casos de cambios "sin revolución aparente" los antes favorecidos no cedieron sin pelea.