Como rito anual desde décadas, a finales del año saliente e inicios del año entrante, salen en los medios los resultados desastrosos del sistema nacional de educación, viéndolo como un todo como lo hace la Ley General de Educación, pues no hay tampoco una Nicaragua escolar y otra universitaria, una privada y una otra pública, sino una sola, que compartimos y compartiremos todas y todos. Como parte del ritual, comentaristas, consultores y funcionarios, periodistas y políticos o demandan o prometen que desde ahora en adelante que todo sea mejor en cuanto a la educación futura de las futuras generaciones.
No me opongo a que todo deba ser mejor, con más recursos, mejores profesores, mejor calidad y cantidades cada día más elevadas. Solo me hago una pregunta: ¿Y qué con todos aquellos, que ya salieron de los sistemas formales de educación? Extrapolando del Censo 2005, se trata de al menos unos 1.8 Millones de jóvenes entre hoy 15 a 35 años, que ya terminaron su respectiva carrera formativa en diferentes nivel, desde sin primaria alguna hasta con título universitario de postgrado, de los cuales al máximo 500,000 han encontrado una oportunidad fuera de la precariedad total.
Todas esas mejoras futuras, solo demandadas o en ya implementación, llegarán demasiado tarde para ellos. ¿Y a los otros 1.3 millones, los descartamos entonces de una vez por todos, negándoles un futuro, su futuro, para los próximos 50 a 30 años, desde hoy hasta su edad más probable de jubilación?
De nuevo la respuesta adulta echa la culpa primero a los jóvenes, aduciendo que tengan un nivel de formación escolar demasiado bajo o inadecuado para insertarse a la economía. ¿A caso, como comentado antes, es su culpa que el sistema educativo, planeado y manejado por adultos mayores no sirvió?
Pero segundo, al ver las cifras más de cerca, no hay diferencias tan significantes entre los niveles: casi la mitad de los graduados universitarios se encuentra sin oportunidades, y en su caso ni quiera la emigración “ilegal” constituye alternativa, pues andar cortando café o de auxiliar en construcción en Costa Rica para una ingeniera en agro o un ingeniero civil no es una alternativa, pero “sin papeles” no tiene ninguna otra oportunidad mejor tampoco, de los con títulos de técnico o profesional solo de reconocimiento nacional ni hablar.
Ante esa situación, viene ahora otra observación acusatoria: les falta, a los jóvenes, supuestamente espirito emprendedor para abrirse paso. ¡Qué clase de falacia! Las mismas estadísticas laborales muestran que esos jóvenes en su gran mayoría se defienden como ha lugar, buscándose día a día, semana a semana algo a hacer para ganarse algunos centavos, y eso algunos ya por más que una década.
La cúpula empresarial no arriesga ni un centavo sin garantías de ganancias para a más tardar el próximo año, reluctantes aún a invertir en emprendimientos conjuntos como la participación en ferias, la trazabilidad del ganado y de la madera, nuevos mataderos etc. etc. Todo lo piden a cuenta de cooperación externa o del estado, tal que sin plata de la cooperación tanto el CEI como APEN ya hubiesen colapsado hace rato.
Los jóvenes tienen más perseverancia que esa cúpula, salvo unas pocas excepciones, en su conjunto. El acto mismo de emigrar sin papeles constituye una muestra de emprendurismo al extremo, arriesgando literalmente todo, endeudándose hasta arriesgando la vida, sin garantía alguna al contrario. No obstante hay que admitir que Costa Rica creó más oportunidades para Nicaragüenses jóvenes que la propia Nicaragua.
La élite rectora adulta de Nicaragua, comprobada, resultó incapaz en concertar las pautas de un modelo, una base, para una economía nacional sostenible, que se aproveche de las inmensas riquezas del país en recursos naturales y humanos. En su lugar apuesta a ganancias rápidas exportando más materias primas al costo de dejar el país devastado, y hace plegarias que otros, los inversionistas extranjeros, arriesguen su capital donde ellos no quieran hacerlo.
Nadie invierte desde afuera sino que sea con la perspectiva de sacar sustancialmente más que lo invertido. Consecuentemente, de ejemplo, toda la inversión tan aclamada en telecomunicaciones representa ni la mitad de las ganancias netas sacadas en el mismo periodo del país, gracias a una situación oligopólica sin regulación efectiva. Petróleos de Venezuela y su enjambre de sucursales bajo el parasol ALBANISA no ha invertido ni donado ni un centavo, que no hubiera cobrado antes con creces a Nicaragua en concepto de factura por petróleo y derivados, incluyendo el bunker y el diesel para la generación de energía eléctrica.
En lugar entonces de un concepto de una economía nacional sostenible, con un correspondiente plan de cómo insertar -si es preciso re-capacitando- a esos 1.8 Millones de jóvenes como elemento productivo decisivo, se ofrece proyectos placebo. Así el PNUD gastará 5.5 millones de dólares para dotar a 3,500 jóvenes con conceptos empresariales para que ellos expanden el universo de micro-empresas, un universo que a estas alturas ya cuenta con más que 40,000 MIPYMES formalizadas con DGI e INSS, más otras al menos 150,000 no-formalizadas, y muchas, muchísimas de ellas manejadas por jóvenes. Imaginémonos por un momento que se invirtiera la misma plata para solidificar alianzas comerciales-tecnológicas de MIPYMES ya existentes para darles –en conjunto- más peso como un solo actor en los mercados … otros resultados hubiera.
No tengo nada en contra del PNUD, más aún hubiera podido nombrar más que una docena de iniciativas formativas similares, a veces con más, a veces con menos plata, a veces con más, muchas veces con menos supuestos beneficiarios. Solo que conociendo más que una de estas iniciativas muy de cerca, me atrevo a sospechar que su finalidad principal -similar a la educación universitaria- consiste en generar ingresos para los ejecutores, desde las agencias locales del sistema de las Naciones Unidas y sus empleados locales, pasando por funcionarios públicos en nómina como consultores, hasta decenas de ONG y las mismas universidades, ofreciendo cursos de capacitación en esto y aquello. Son como aspirinas a precio de oro para un paciente -la economía nicaragüense-, que padece de un cáncer aún curable pero dentro de poco terminal, al destruir sus recursos naturales y al despilfarrar su última oportunidad, el bono demográfico, desechando a su juventud.
La rebelión de Túnez “desde de la nada”, la encendió -literalmente- un joven graduado como informático; la encabezó al inicio la juventud educada, harta de tener la emigración humillante a la precariedad como única alternativa. Es hasta después y sin líderes clásicos, que se sumaron los padres, los sindicatos y la población en lo general. Me consta, entre otras fuentes, por amigos allá. Si eso era posible en un país con mejores niveles en educación, salud, vivienda y BIP per cápita que Nicaragua, tampoco será imposible “de la nada” en un país como Nicaragua, que se deshace de su juventud educada en forma similar. Era ya un, aunque no el único, ingrediente para llegar al 19 de Julio del 1979.
¡Ojalá que no tengamos que llegar de nuevo a eso, sangre derramada y vidas perdidas, para que la élite rectora del país al fin tome nota!
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