En esos días fin del año 2010 – inicio del año 2011, literalmente todo el mundo publicado anda de alabanzas y elogios por el incremento en volumen y valor de las exportaciones. ¡Al fin entre tanta calamidad una noticia buena! concuerdan políticos de todos los colores, economistas y consultores y por ende en unanimidad periodistas y medios desde El Nuevo Diario, La Prensa y Canal 2 hasta La Primerísima, El 19 Digital y Canal 4, y obviamente las partes más interesadas, las cúpulas empresariales y el gobierno.
Al parecer nadie se hizo la molestia de echar un vistazo más de cerca a las cifras -publicadas en el sitio del CETREX- para darse cuenta que ese boom no es más que un modesto revivir de un modelo económico, que ya llevó Nicaragua al desastre, otra dosis de cocaína para un adicto cada vez mas cerca a su fin definitivo.
Según estos datos de CETREX los 5 productos representan el 52 (2009)respectivamente el 60 (2010) por ciento de valor de las exportaciones de Nicaragua, es decir en lugar de reducir el porcentaje de exportaciones primarias sin mucho valor agregado, el mismo se ha aumentado. Es más: el 84% del aumento del valor de las exportaciones corresponde solo a esos productos, mientras solo el 16% a los otros. Cabe señalar que el aumento en volumen y valor se debe en primer instancia a incrementos externos en demanda y precios –nada que dependa de Nicaragua-, peor el 42% depende directamente del desarrollo económico de los EE.UU., dado que también El Salvador vive de las remesas, o sea tan rápido como subieron, puedan bajar si se da una recaída -el double-dip- allá.
Según los mismos datos, solamente 20 empresas representan ya el 50% del total exportado, y esas 20 empresas por si solas representan ya el 67% del incremento. En consecuencia –más por su muy bajo contenido en valor agregado- el incremento del valor de las exportaciones no ha tenido muchos efectos en la economía nacional, donde un 33% de incremento global en las exportaciones en 2010 mal le corresponde un raquítico crecimiento económico de solo un 3%, menos que el incremento en la población de edades económicamente activas en el mismo periodo.
Tampoco semejante incremento del valor de las exportaciones se ha traducido en mejoras sustanciales de salario y trabajo o en ofertas más amplias de trabajo, para las bases de ese crecimiento, las labradoras y colectoras en las fincas de Café, los cuidadores de ganado y micro-ganaderos, los micro-lecheros, los obreros y mineros. Hubo tal vez incremento en el consumo familiar de los más miserables en el campo por unos 20, 30 centavos/dólar al día como reportado por FIDEG. El gobierno ya lo había celebrado antes como su triunfo sobre la miseria gracias a sus programas de asistencia, no a las exportaciones. Al contrario, igual como en los años anteriores, hubo hasta más emigración por desesperación, en particular a Costa Rica, y no menos.
En suma, nada para celebrar sino un paso más en la dirección equivocada hacia el país netamente agro-exportador tradicional, con algunos adenda por oro exportado y maquila. Ese es el mismo modelo de exportaciones del 1910, con la salvedad que aquél entonces no se pudo exportar productos lácteos por falta de medios de transporte refrigerados. Apostar a que un modelo sobreviviente del siglo XIX sirva para el siglo XXI, ya requiere de bastante miopía.
Sin embargo, no es que se hiciera ésta apuesta equivocada por primera vez en la historia de Nicaragua. Fracasado el intento de industrialización en base del algodón –que sí combinaba el crecimiento de las exportaciones con un crecimiento sustancial de la economía interna, gracias a las fabricas de aceite, hilos, telas, textiles e implementos agrícolas- Anastasio Somoza Debayle y sus asesores ya una vez quisieron regresar al modelo agro-exportador anterior, cuya esencia económica consiste en que un campo medio productivo, sostiene a una ciudad en gran medida parasitaria, o sea, economía agro-colonial.
En los países de hoy, de mayor desarrollo, ese modelo se fue al traste desde finales del siglo XVIII en adelante, como consecuencia del desarrollo manufacturero primero e industrial después, no siempre sin agravios como muestra la guerra de secesión en los Estados Unidos. Como resultado actual –a lo cual también se acercan en pasos rápidos países como la India o China popular- el centro de gravedad de la economía se mueve del campo a la ciudad, del agro a la industria, incluyendo a las industrias de servicios.
El modelo agro-económico de Somoza fracasó, no sin hacer antes el intento de forzar su supervivencia por mayores niveles de represión, sea en el campo, donde lo extraído para alimentar a la ciudad no dejó ni para sobrevivir, como en la ciudad, donde lo transferido nunca era suficiente para satisfacer las demandas crecientes. Al fin, aceleró así, su colapso un 19 de Julio del 1979.
Las ideas iniciales de los programas de la Revolución consecuentemente apostaron a otro modelo. Por eso la fundación de la Universidad Nacional de Ingeniería, el proyecto químico-industrial en base de la caña de azúcar del ingenio Victoria de Julio-Timal, las inversiones en la cadena textil, la incipiente industrialización del campo con los proyectos Chiltepe y Sébaco. Sin embargo, puesto contra la pared por la guerra, de nuevo se intentó que el campo nutriera a la ciudad, con el solo resultado que el campo se volvió Contra.
Ya dos veces el intento de continuar lo obsoleto, lo insostenible, llevó al país primero a la represión masiva, después a la muerte de miles y al final –la economía no conoce perdón- al colapso inevitable. Si cuando el 6o% vivía aún en el campo y eran entre todos un tercio de la población de hoy, no funcionó, ¿cómo va a funcionar ahora?, tomando en cuenta que hoy más que el 60% vive en las ciudades,
¿Porqué entonces todo el mundo apuesta tan alegremente a esa misma opción por tercera vez? Quizás se debe entender ese comportamiento regresivo de los actores en términos de la psicología freudiana: el adulto, incapaz a enfrentarse y responder a las exigencias de su ambiente cambiado y cambiante con racionalidad y acciones basadas en esa racionalidad, regresa a etapas anteriores en su desarrollo, tanto en las formas de asimilación como de reacción. Hasta su lenguaje involuciona, como se observa en el psicoanálisis.
La elite rectora del país –sin distingo de color político o esfera de acción- incapaz de dar respuestas a los problemas y las exigencias planteadas por la modernidad a las alturas del siglo XX, del siglo XXI ni hablar, regresa conceptualmente a la agro-economía tradicional como respuesta retrógrada y regresiva. El regreso a modelos pre-modernos de gobierno en base de líderes y consignas en lugar de instituciones y leyes, a la fe y las creencias en lugar de racionalidad, ciencia y tecnología, al campo descartando a la ciudad, corresponde nítidamente al modelo económico regresivo y absurdo.
Mi temor: por la implacable lógica económica éste intento contra experiencia, ciencia y conciencia termine mas temprano que tarde en consecuencias aún más horrendas que los anteriores.
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