Nota del Editor:publicado ya en 2007 en La Prensa.
En estos días, desafortunadamente comienzan de nuevo a prevalecer en los medios comentarios como si el problema de la educación pública fuera en primer instancia un problema social o un problema entre maestros luchando para obtener un mejor salario y un ministro y su gobierno, quienes no quieren o, como aducen, no pueden cumplir sus promesas, al menos no ahora. Se sigue ignorando un simple hecho: Nicaragua no tiene sistemas miserables de educación por ser un país pobre, sino que Nicaragua es en muchos aspectos —no solamente económicos— un país miserable por tener pobres sistemas de educación.
Con la excepción tal vez de los emiratos petroleros no hay ningún país en el mundo, en lo cual se hubiese mejorado primero la economía para mejorar después la educación. Desde Suecia, Finlandia e Irlanda hasta Corea, Singapur y Taiwán, siempre hubo primero un sistemático esfuerzo conjunto de las respectivas naciones enteras para mejorar sus sistemas de educación y hasta después, a veces 2 hasta 3 generaciones después, este esfuerzo se tradujo en mejoras económicas.
Estos países en el momento de iniciar su respectiva "revolución educativa" tenían ingresos por cápita por debajo de la Nicaragua de la misma época, igual como Costa Rica los tuvo por debajo de Nicaragua en los años 50 del siglo recién pasado al iniciar la suya. Todos tomaron en su momento la decisión de desarrollar su recurso más valioso: sus hombres y mujeres, mientras en Nicaragua a lo largo de su historia como país independiente siempre hubo otras prioridades, de tal forma que tanto ellos como Nicaragua están donde están y cómo están, por responsabilidad propia. Cabe señalar que los próximos candidatos para dejar a Nicaragua detrás en quizás una, quizás dos generaciones son países africanos como Kenia, Tanzania, Ruanda o Nigeria. En América Latina ya nadie, salvo Haití, compite con Nicaragua por el último lugar.
¿Cuál es el trasfondo sociocultural de semejante desprecio por la generalización masiva de la educación? ¿Cómo es posible que Nicaragua descarte fríamente al 70 por ciento de su potencial humano, mientras países en la cima como Alemania, Francia, Gran Bretaña o EE.UU. se preocupen cada día más como aprovecharse hasta del último del suyo?
Se sabe que la religión predominante influye, puesto que para judíos, protestantes hasta musulmanes leer y escribir antes de cumplir los 14 años es parte esencial de la práctica religiosa, no así para la fe católica o la fe ortodoxa. En la tradición confuciana, educación es la herencia mas importante facilitada por los padres a sus hijos. Influye también una economía basada en agricultura de baja sofisticación y extenso uso de mano de obra de baja calificación en labores simples. Así es la agricultura de Nicaragua, que trabaja hoy con tazas de rendimiento bastante similares a las de hace 100 años hasta más.
Yo encuentro un factor sociocultural adicional y determinante: El nicaragüense piensa que ya un título como tal da derecho a mejores ingresos, como dice el nombre "Licenciado". Se obtiene el derecho al título por la persistencia invertida en obtenerlo, no por la calidad de los resultados académicos. Por la educación formal se adquiere derechos para ocupar posiciones, no capacidades para competir por ellas en el mercado laboral. Los ingresos a su vez corresponden a las posiciones, no a salarios definidos por el mercado. Como botones de muestra: las leyes de colegiación profesional, la ley propuesta para definir los salarios del sector público, tomando como parámetro determinante salarios políticos, y por ende los pronunciamientos de magistrados de la Corte Suprema y del Consejo Supremo Electoral. Es el mundo reaccionario del pensamiento feudalista, no la lógica de una economía competitiva del mercado, aun cuando trate camuflarse como anti-neoliberal. En este pensamiento generalizar la educación equivale a ceder merecidos derechos y por tanto se percibe como acto de beneficencia o, cuando mucho, de justicia social y no como inversión en la competitividad como país.
Me permito observar que un país cuyas elites educadas en su mayoría prefieren seguir viviendo espiritualmente en el siglo XVIII, Internet y celulares no obstante, no tiene remedio ni hay cooperación externa, sea la fuente que fuera, que lo pueda salvar. Es un problema de nación, que está en juego, y no una medición de fuerzas entre magisterio y otro gobierno.
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