miércoles, 29 de agosto de 2012

Cornelio: El desastre llamado educación

Nota del Editor: publicado en La Prensa ya en 2004 (!) hace 8 años.

Según datos oficiales proporcionados por el Ministerio de Educación, en el año 2001 sólo el 29 por ciento de niñas, niños y adolescentes logró graduarse en la educación primaria, y menos que el 20 por ciento logró terminar exitosamente el ciclo básico.
Aunque estas cifras hayan mejorado un poco, dos tercios de los jóvenes siguen saliendo del sistema de educación como analfabetas funcionales, es decir saben deletrear y recitar, pero no interpretar y redactar. Saben sumar y restar pero no calcular, pues para ello se requiere como mínimo el sexto grado. Menos del 20 por ciento estará apto para algún trabajo más allá de manualidades simples, es decir el 80 por ciento ni quiera podrá trabajar en fábricas de zona franca con productos de cierta sofisticación.
No hay país en el mundo, que haya salido de la miseria con semejantes niveles catastróficos de educación. Siempre el despegue económico comenzó hasta décadas después de alcanzar el grado “educación básica de nueve años” para casi todos. Con los resultados alcanzados hasta hoy en educación, Nicaragua está condenada a ser país paupérrimo al menos hasta el año 2013. Será así, aún suponiendo se alcancen los objetivos del milenio programados para el 2015 con metas en educación, las que Suecia, Finlandia y Noruega alcanzaron a finales del siglo XVIII, Alemania, Austria y Gran Bretaña a medianos del XIX y la vecina Costa Rica a medianos del XX.
¿Cuáles son las causas de semejante desastre? En el año 1993 el Banco Mundial comenzó un estudio sobre factores de éxito para sistemas educativos en 158 países, actualizándose este estudio cada dos o tres años. Según estos estudios por un 64 por ciento los resultados de la educación dependen de la relación entre salario de los maestros y los ingresos promedios per cápita, no su valor absoluto: lo mejor que se paga a los maestros de primaria y secundaria en relación con otras ocupaciones, lo mejor los resultados, y a la inversa: un país que paga relativamente peor al maestro que a otros oficios, obtiene peores resultados. Otros factores como alumnos por clase, didáctica, metodología y planes de estudio, organización escolar, etc. no llegan ni a 20 puntos de impacto, menos que un tercio comparado con el factor salarial. Nicaragua no es ni será la excepción entre 158 países.
Sin embargo en Nicaragua una supervisora calificada de la zona franca, muchas de ellas normalistas, gana en una semana lo que se le paga a un maestro de primaria en un mes. Igualmente un maestro de obra en la construcción supera los ingresos de un maestro de la secundaria. Tendrían que cuadruplicarse los salarios actuales antes de llegar a la marca crítica establecida por los estudios anteriores. Caben tres preguntas:
¿Qué Nicaragua queremos para nuestros hijos y nietos? Con la inversión actual en educación, en 40 años estaremos como hoy: miserable.
¿Cuáles son las prioridades como país? Sólo el incremento asignado a las universidades del CNU por el presupuesto 2005 sobrepasa lo asignado al incremento salarial para los maestros de educación pública. Y sigue el absurdo: la escuelita primaria en Quilalí tiene que pedir a los padres de familia para pagar las facturas de energía y agua, mientras el rector de la UNA y presidente del CNU exige el pago de estas facturas por el gobierno como extra al seis por ciento.
¿Cuál es el aporte directo y tangible de todo el sistema universitario, público y privado, al sistema de educación pública? ¿No sería conveniente, establecer un año de servicio social en la educación como un requisito para la graduación? Así es en varios países de América Latina para todos los futuros profesionales. Esa es la indispensable prueba previa de graduación como patriotas.

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