En una reciente nota LA ECONOMIA ¿NO CONCIERNE A LOS "BARRIOS"?, la que completa una nota anterior LA DEMOCRACIA NO ES PRENDER UN FOSFORO Carlos A. Lucas Arauz propone hacer la participación ciudadana a nivel de circunscripción electoral/barrio pivote de una estrategia política, basando su argumentación en lo particular en el nivel subdesarrollado del capitalismo a la nicaragüense.
Yo quiero iniciar mi respuesta con una cita: Para ser consecuentes con la profundización de la democracia y la participación ciudadana, es fundamental impulsar un proceso agresivo de descentralización. Para todo ello, es necesario ponerse de acuerdo en reformar la ley de organización y competencias del Ejecutivo, que dé legalidad y legitimidad a todas esas reformas. Pero, sobre todo, debe esforzarse por ejercer el poder a través de formas más democráticas. Adecuar el Poder Ejecutivo a su función de servir eficientemente al ciudadano, exige llevar a cabo un proceso profundo de descentralización de los recursos y de muchas de las funciones que actualmente son potestad privativa del poder central. Este objetivo se torna, más que en un acto de eficiencia, en una necesidad de cambiar la lógica del poder y el liderazgo político. Hay que acercar la política y los políticos a sus territorios. La descentralización debe permitir servir mejor al ciudadano y compartir las responsabilidades con éste, a través de sus organizaciones, de los gobiernos locales, de la empresa y la sociedad civil, para la toma de todas aquellas decisiones que afectarán el futuro de sus propios territorios y la calidad de los servicios públicos a los que todos tienen derecho.
Ese texto se encuentra en la página 23 del Plan Nacional de Desarrollo … del Gobierno Enrique Bolaños, por seguro un gobierno lejos de cualquier sospecha de promover reformas anti-capitalistas, de revoluciones ni hablar.
¿De dónde viene esa extraña –de prima a primera- coincidencia, basadas obviamente ambas, en argumentos completamente diferentes hasta opuestos?
La explicación tal vez proporciona un vistazo a la historia europea y sus diferencias marcadas de la historia española y por tanto iberoamericana, con repercusiones hasta diferentes en los proceso de independizarse entre los diferentes países del continente.
En toda Europa –salvo España- son –desde finales de medieval- las ciudades, las que bajo regimientos desde autonomía hasta –en el caso de Alemania- plena independencia, actúan como los motores del desarrollo económico, social y por ende político, participando en el gobierno de la ciudad –a veces después de cruentas luchas internas- no solamente la nobleza –los patricios- sino –por medio de delegados de sus asociaciones- los artesanos y los comerciantes. Sin embargo, hasta los refugiados del campo obtenían, al radicarse en la ciudad, su libertad personal después de cierto tiempo; no estaban obligados ni a prestar servicios a nadie, salvo bajo contrato, ni pedir permiso para buscarse un trabajo o casarse. Los aíres de la ciudad liberan es un dicho alemán de estos tiempos. La estatua del Roland, aquí el ejemplar mas famoso de Bremen, simboliza esta libertad en y de la ciudad. Siendo la ciudad el origen de la libertad tanto personal como económica, se explica el pleno significado de la palabra ciudadano como persona libre en sus decisiones más elementales y con el derecho a participar en el ejercicio del gobierno.
No así en España: en las Guerras de las Comunidades la Corona –en la persona de Carlos I de Habsburgo, Carlos V para los alemanes- aplasta la autonomía municipal, cayéndose como última ciudad Toledo en 1521, 3 años antes que se establecieran León y Granada en Nicaragua como primeras urbanizaciones españolas en el continente. Carlos I y sus sucesores de Habsburgo no se limitaron solamente a abolir la autonomía, sino también intentaron cortarla desde sus raíces, estatizando al comercio y prohibiendo la manufactura, tal que prefirieron prestar de banqueros extra-territoriales –los Fugger y Welser- y pagar con el oro y la plata de América a los comerciantes y fabricantes de Flandes … antes que ceder una base económica para un desarrollo de la burguesía española. Obviamente los mismos principios se aplicaban en los territorios ultramar. Pero donde no hubo ciudades autónomas y con gobiernos propios, lógicamente tampoco pudo haber ciudadanos, mucho menos el citoyen reclamando sus derechos como en la revolución francesa. Tampoco es casual entonces, que al inicio del proceso de independizarse estaba el apoyo al Rey Fernando VII de España –obligado a renunciar por Napoleón- y en buena parte el rechazo a la Constitución de Cádiz, moderna en sus conceptos de igualdad ante la ley, separación de poderes y elección directa de representantes, e independiente que esa constitución, una vez lograda la consolidación del poder real en sus manos, les sirvió de modelo formal a los grupos dominantes de ataño.
En suma pues: sin ciudadanos tomando en sus manos ni si quiera al gobierno más cercano, el municipal, no hubo ni habrá democracia, ni la democracia burguesa. Pero no se trata de la participación en campañas de limpieza, salud y vacunación o de prevención del delito, ni de ciudades, de hecho y todavía parcialmente por derecho limitadas a la planificación urbana, el mantenimiento vial y ornato, la administración de mercados y quizás de la rastra municipal, más una u otra actividad cultural/deportiva, sino ciudades empoderadas a incidir en la solución real de los problemas reales de la gente -empleo, pobreza y vivienda así como agua, educación y salud como mínimo– o sea con las competencias que tenía una ciudad libre en la Alemania de los siglos XIV al XVI y dicho de paso hoy por hoy las tiene cualquier ciudad europea o county en los EE.UU.
En ese sentido el planteamiento citado del PND-Bolaños era, tomando la realidad nicaragüense, bastante más revolucionario que la propuesta de Carlos A. Lucas, de formar a nivel de circunscripción/barrio comités de vigilancia y debate, para no hablar de la política plenamente reaccionaria –intentando a regresarnos a tiempos aún antes de los logros de la Revolución Francesa o en Nicaragua a los tiempos antes de Zelaya y de la Revolución liberal- del grupo actualmente dominando el gobierno central. La era Bolaños dejó además una solida aunque mejorable base legal para la participación ciudadana en la forma de Ley de Participación ciudadana, formándose Comités no solamente municipales sino también al nivel de distrito, barrio hasta asentamiento de desarrollo, tal como muchos municipios rurales habían formado comités comarcales. La redacción de la ley fue fuertemente influenciado por miles de activistas de desarrollo municipal, incluyendo el Movimiento Comunal, y es de las más avanzadas en la materia, que he conocido. Basta que los ciudadanos insistamos en su cumplimiento respectivamente tomemos el cumplimiento en manos propios.
No obstante la necesaria y urgente municipalización de problemas esenciales e incidencia ciudadana local en la solución de ellos, insisto que a la par debe darse un proceso de construcción mejor dicho reconstrucción del engranaje de organizaciones gremiales, donde –me consta- su situación en Nicaragua es más deplorable que en cualquier país vecino. Eso no se debe en primer instancia al grado de descomposición e inanición del capitalismo minusválido que vivimos, como aduce Carlos A. Lucas, sino a la destrucción sistemática que esas organizaciones han sufrido desde la década de los 80, sea por oponerse al Gobierno sandinista, sea por transformarlas en meras cuerdas de transmisión, sin función propia ya desde antes de la pérdida de las elecciones en 1990, tal que la participación de sus lideres en la piñata fuera solamente su tiro de gracia. Dos sindicatos de los pocos sobrevivientes –ANDEN y FETSALUD- están siendo desmantelados exitosamente por el gobierno actual.
No menosprecio, mucho menos, tampoco el Vade Retro del neo-liberalismo ante cualquier tipo de influencia en la economía fuera del mercado puro y que por tanto ninguno de los gobiernos del 1990 por acá hizo algo para facilitar la reconstrucción, a pesar de que ni los propios EE.UU. funcionarían sin sindicatos ni sin asociaciones de fabricantes, bancos, empresarios, profesionales e ingenieros etc.. Es por medio de estos, es que se negocia y se definen las reglas del mercado, incluyendo las reglas generales para productos y su producción. Para concertar esas reglas en Nicaragua no hay ni contexto ni participantes, pero tampoco las mismas pueden definirse municipio por municipio, de barrio en barrio ni hablar, puesto que desde ya rato no hay espacios económicos con tanta autonomía también económica como la tenían las ciudades europeas de los siglos XIII a XV, y aún éstas formaron alianzas ya desde el siglo XIII la Hanse.
Más allá de lo ya expresado me preocupa una línea de argumentos con una terminología prestada de lo que comúnmente se entiende como Marxismo y que de cierta forma, hasta corresponde a un pensamiento de Marx cuando era joven y mucho antes de que escribiera El Capital. Tal como Carlos A. Lucas –en la introducción a la crítica de la filosofía de derecho de Hegel- Marx fustiga arduamente a la burguesía alemana de 1840, incapaz de llevar a cabo las revoluciones económicas y políticas de Francia e Inglaterra de décadas atrás y –desesperado- introduce al final un nuevo sujeto revolucionario –el proletario, en ese momento en Alemania casi inexistente- al que en Alemania le correspondiera llevar a cabo lo que la burguesía no pudo hacer .. e irse después más allá. Sin embargo, después de haber estudiado el asunto más de fondo y viendo el despegue de la industrialización también en Alemania, Marx renuncia ya en el Prólogo a la Crítica de la Economía Política a la idea que por mera voluntad política se pueda saltar más allá de lo que ya está incubado en las condiciones de sociedad actual: Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua.
A pesar de que Lenin hasta quiso sustituir el sujeto proletario por el partido de vanguardia, precisamente por las mismas razones, que Carlos A. Lucas esgrima -la burguesía rusa, para Lenin, fue tan incapaz que ni si quiera lograra producir un proletariado decente-, ese veredicto de Carlos Marx para mi sigue válido, precisamente porque desde Moscú hasta Pekín quedó comprobado que Marx tenía la razón: no se puede saltar etapas del desarrollo económico por mera voluntad política.
No pongo en duda la descripción presentada de los antecedentes de la Revolución del 1979. Me consta en relatos la participación de grupos juveniles en la insurrección final tal como me consta –ya estaba en el país- el reclutamiento medio forzado de grupos similares (pandilleros) para el SMP, dejando intactas hasta sus estructuras de mando (lideres de la pandilla), grupos que hoy se llamaría ni más ni menos pandillas (Mas sobre esto en Jóvenes de Nicaragua: una historia que contar de Henry A. Petrie). Tampoco se me escaparon las intenciones de ambos bandos –Ortega y Alemán- de reclutar de nuevo bandas de choque –mejor carne de cañón- entre jóvenes desesperados, tal como –dicho de paso- lo hizo también la Guardia Nacional. Solo que en este como en los otros casos mencionados se les prometió a los jóvenes mucho más que solamente guaro y unos tantos pesos como ahora: la promesa era un futuro con formación y empleo, donde también la revolución mandó a los sobrevivientes –aún a los mutilados de por vida- simplemente a casa, cuando se volvieron prescindibles, mientras los al mando, retirándose o no, se aseguraron una existencia económica mínima, muchas veces algo mucho más que solo eso.
Pero no solamente pongo –con Marx ya maduro- en duda esa idea que otra clase, otro sujeto pudiese asumir lo que la burguesía aparentemente se negó a asumir –no ha funcionado en ningún lado-, sino me parece –al andar ni más ni menos del de antes del 1979 al 2010- que las condiciones y la composición de la juventud 2010 no están ni de lejos comparables con antes de 1979.
Primero –si uno ve las cifras del censo 2005- nunca antes hubo tantos jóvenes con tanta educación. Cierto, solamente el 40% termina primaria, solamente el 2.8% termina la universidad, pero las secundarias públicas de hoy no son ni de lejos institutos de una muy reducida minoría –donde tampoco ignoro que en muchos aspectos la calidad del secundaria pública de hoy dista a la calidad de la secundaria de aquel entonces. Pero no puedo ignorar tampoco que hoy por hoy hay más que 150,000 graduados de universidades y más que 140,000 estudiantes universitarios, más que 10 veces la cantidad que hubo en 1979, mientras la población a penas se ha duplicado, de circunstancias secundarias ni hablar, como el acceso y la cobertura de los medios, incluyendo Internet y Móviles, o sea tenemos a una juventud mejor formada y mejor informada como nunca antes.
Por segundo, aunque para algunos ancianos aún no les llegó el mensaje: la autoridad natural fundada solamente en estatus o cargo de la persona, ha muerto desde hace rato en Nicaragua. Como concepto recibió su primer tiro en la insurrección de niñas/niños y jóvenes del 1979. Recibió el tiro de gracia al caerse la ¡Dirección Nacional ordene! Yo al menos no conozco joven llegado a sus catorce años después del 1990 que le hace caso a amos, caudillos, curas, directores, jefes, maestros, magistrados, padres, presidentes, profesores etc. solamente por el cargo/estatus que ostenten. El Carnaval para la Vida –celebrado en plena cuaresma- es de cierta forma un símbolo hasta donde cayeron “los buenos modales”. Quizás el colapso de la autoridad patriarcal, no con BUM sino con PUF como una chimbomba se desinfla, le cuesta asimilar a los adultos, no así a las/los que nacieron del 1979 en adelante: ya nacieron sin esa autoridad ancestral ... por tanto -otra cara de la medalla- no tienen contra quién -en persona- rebelarse tampoco.
El papel deplorable que han venido jugando los ancianos representantes de ancianos (los mayores que 40 años, el 17% de la población de Nicaragua) en Asamblea, CSE, CSJ, CGR etc. solo está presentando en plena luz del día al cadáver putrefacto. ¿O alguien piensa que un joven cualquiera le hace caso solo por su alta investidura? Mas bien -la pena más mortal para la autoridad patriarcal: la ridiculez- los ven como payasos imitando al rey poderoso. Yo no veo forma -dado además la irreverencia como parte de la idiosincrasia nica desde los tiempos del Güegüense- como restablecer ese respeto obsoleto. Obvió, para quienes mamaron aún el autoritarismo y los entrenaron después en la escuela y el ejercito ahí está aún, que siga el circo, pero -si uno observa detenidamente- eso solo es una actividad realizada entre ellos, es decir ese 17% de ancianos.
Por tercero –y difícil a sobreestimar- las/los que hoy tienen entre 15 y 30 años se socializaron –es decir establecieron sus esquemas de relacionarse fuera de la familia- por primera vez en la historia de una Nicaragua independiente en tiempos de paz. Por ésta razón -mas la derrota de lo militar, como ambos bandos asimilaron la desmovilización a inicios de los 90- he encontrado a muy, muy pocos en esa generación –quizás unos 3 o 4 entre centenares- con admiración al actuar militar, y ¡ojo! de cualquier bando. El título Comandante equivale –literalmente- al titulo abuelo. Cuando mucho respetan a los militares como se respeta a bomberos, policías o médicos, es decir personas que cumplen un servicio importante a la ciudadanía. Pero solo la idea del heroísmo en levantar armas para la patria y mucho menos para una revolución, les está completamente ajeno. Nadie de las/los jóvenes le hace reverencia al Mayor General Julio César Avilés Castillo solo por ser el jefe de ejercito o a la primera comisionada Aminta Granera solo por ser jefa de la policía, sin prejuicio que se aprecia/ no se aprecia como cumplan con sus funciones. Igual se respeta a otras autoridades ganadas por desempeño, las que por mal desempeño lo pierden más rápido de lo que les tomó ganárselo.
Todo lo arriba mi me parece muy bien, solo que nos plantea el reto de ayudarles a las/los jóvenes a encontrar otras, nuevas y propias formas de lucha, al menos igual de eficientes, o porqué no, hasta mejores. Pero –y con todo respeto- una estrategia simplemente reducida al barrio basándose en las experiencias de la insurrección me parece nostálgica para decirlo al suave. Estas y estos jóvenes (de ahora), con mejor formación que nunca, quieren reivindicarse por sus conocimientos, tanto en el sentido personal como por sus aportes al desarrollo del país. Y la respuesta no está –insisto- en los barrios sino en la transformación de la economía misma, es decir qué, cómo producir y para quién. Pero para incidir en esa discusión y en favor de sus derechos, antes de todo las y los jóvenes tienen que organizarse, entre otros –aunque no en forma exclusiva- haciendo valer sus conocimientos adquiridos, o sea en forma de asociaciones gremiales, profesionales y técnicos.
Vuelvo con Carlos Marx: a más tardar al botar al último árbol de Bosawás el modelo agro-exportador basado en una agricultura extensiva, que mal usa los recursos naturales, habrá llegado a su fin. Al mismo tiempo, y dentro del seno de esa misma sociedad se ha formado una nueva generación, cuyas capacidades de generar prosperidad llegan mucho más allá de lo que la economía actual tiene capacidad de absorber. Según Marx no es propiamente la miseria la que causa revoluciones ni si quiera la explotación, sino la contradicción entre la capacidad de crear prosperidad para muchos contra el aporte real a la riqueza de pocos, o sea la tentación sigue más que nunca entre lo que es hoy y lo que pueda ser mañana. ¡ojala que las y los jóvenes capten esa, su oportunidad y desafío: llegar a donde sus padres no pudieron llegar!
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