Desde que en la CMSI de Túnez del 2005 se estableció al 17 de Mayo como Día mundial de la Internet, cada año cerca a esta fecha aparecen informes sobre su avance, mundial, regional y por estados.
Desde que se publica estos informes, cada año Nicaragua sale algunos puntos peores, primero moviéndose hasta la cola de las Américas, ahora superado cada año por más países del mundo, en particular de la África al sur del Sahara.
Y cómo rutina hay durante unas 2 a 3 semanas algo de alboroto en los medios, se entrevista a los expertos y los “expertos” en cuanto de su opinión del por qué y que deba hacerse, donde como costumbre se propone “mejoras de las políticas públicas” e “incentivos” por lado del estado.
Después sigue silencio mediático hasta el próximo año, cuando se repetirá la misma rutina.
A mí me tiene harto ésta rutina, y más en particular que se use –independiente de su tinte- al estado respectivamente su gobierno como chivo exculpatorio, cuando de hecho se trata del fallar de todos, quienes en academia, economía y sociedad ocupen posiciones de liderazgo, grandes hasta chiquitas y de la indisposición a analizar en forma autocritica sus orígenes.
De fondo, las calidades socio-culturales requeridas por la Internet, mejor dicho su aprovechamiento para el desarrollo del país, y las que prevalecen en Nicaragua son incompatibles, resultando a veces absurdos como si la falta de confianza en arreglos de negocios, entre otros promovida por la falta de seguridad jurídica, se pudiera “curar” usando una herramienta tecnológica como la firma electrónica. (Vea al respeto una columna para Confidencial, escrita hace 12 años.
A la vez, requieren de calidades socio-empáticas en sus profesionales, las que ellos en su mayoría no tienen, como mostró fehacientemente el estudio del FUNIDES, eso es capacidad de trabajar en equipo, entusiasmo por hacer bien lo que se está haciendo y respeto a reglas por respetar la convivencia con otros y no solo por temor a la sanción por superiores.
A mí me queda solamente reconocer mi fracaso, tal como ya lo hice en el 2010 en ocasión del 25 aniversario de la Ingeniería en Computación.
Ojala que otra generación, más consciente del vínculo indisoluble entre desarrollo socio-cultural y desarrollo tecnológico, lo hará mejor.
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