Según la última encuesta de M&R, los problemas económicos -desempleo, pobreza, altos costos de servicios públicos- encabezan la lista de problemas para los nicaragüenses con el 32.9%, el 23.1% y el 12.3%, mientras problemas de índole ético-político -la política misma, la corrupción y la crisis de valores- apenas llegan al 9% , 5.9% y 1%. Tanto en ésta como otras encuestas, ni el 30% de los encuestados le atribuye a la política incidencia positiva alguna en la economía.
Estas percepciones contrastan al enfoque que le dan los políticos mismos a sus propios quehaceres, teniendo a los periodistas como oportuna caja de resonancia y contra-resonancia. No encaja tampoco con la importancia, que se las han dado varios comentaristas en las últimas semanas a “ética” y “política” como problemas principales del país, llegando a las nada ingeniosas aunque bastante ingenuas simplificaciones de Andrés Pérez Baltodano como si la economía nicaragüense anduviera mal, en particular para los pobres, por falta de “ética para con los pobres” de la “derecha” y por la corrupción de la “izquierda”, al menos verbalmente comprometida con la mayoría pobre.
Digo “ingenuas”, pues durante casi dos décadas -de las elecciones del 1990 a las elecciones municipales fraudulentas del 2008- ha habido un correlación directa de “lo más alto la pobreza y la falta de educación, lo más alto el voto por la derecha (UNO, PLC) y a la inversa, lo menos pobreza y lo más educación, lo más alto el voto por el FSLN”.
Ni Costa Rica ni mucho menos los EE.UU. tienen políticas “de izquierda” para favorecer a los pobres nicaragüenses, sin embargo solo Costa Rica ha creado más oportunidades nuevas de empleo para Nicaragüenses que toda Nicaragua y lo remitido por los emigrantes desde los EE.UU. sobrepasa ahora dos veces a toda la cooperación externa anual, ayuda la que supuestamente se dedicó, desde el primer programa ESAF a finales gobierno de Doña Violeta hasta el mas reciente presentado Plan Nacional de Desarrollo Humano, a la “lucha contra la pobreza”, en 20 años mas que 20 mil millones.
En términos netamente económicos, el crecimiento del producto interno en todos estos años se quedó por debajo del crecimiento de la población económicamente activa, a tal que producción e ingresos por persona económicamente activa se hayan reducido, no aumentado, más o menos al mismo ritmo como la devaluación del Córdoba frente al Dólar, dicho de paso esto era precisamente la intención al establecerla.
Después de al menos medio siglo de políticas fracasadas de desarrollo económico estructural, los afectados adoptaron una visión de “pragmatismo resignado” no por influencia religiosa sino como, enseñando por la vida misma, un modo de sortear sus problemas diarios, donde al fin alguna oportunidad por conecte o patrocinio resulta mejor que ninguna; tal como se invierte en el veintésimo de la lotería para sacar el gordo.
Hace décadas que un desastre “natural” a menudo se convierte en la mejor oportunidad para salir adelante, siempre y cuando se sepa como vincularse -sea como víctima sea como mitigador- a los flujos de asistencia externa. Esta relación -expectativa, aunque remota de un enganche- define también la relación con los políticos, a tal que quien logre mercadear mejor su oferta de enganches, sin ofrecer necesariamente más, pueda ganar hasta elecciones. Esto era la estrategia de Arnoldo Alemán y sigue siendo la estrategia de la Primera Pareja.
Faltan visión y valentía de las élites -sin distingue de color- de enfrentar al toro por los cuernos, es decir preguntarse por las razones y las causas del mal desempeño económico de todo el país -con casi ninguna variación de la productividad total en 100 años sin distingue de gobierno- y encontrar conjuntamente respuestas para mejorar. Mencionamos la falacia de la “falta de compromiso para con las pobres mayorías”, pues hay sociedades con ni más ni menos compromiso, las que sin embargo han logrado un desempeño sustancialmente mejor.
Tampoco el mantra “falta de educación” convence mucho. No hay ni remotamente una correlación entre las mejoras en educación, las que hubo sin la más mínima duda en términos relativos como absolutos en las últimas décadas, y la productividad global del país. Por el otro, el auge de la agricultura non-tradicional de Costa Rica se sostiene precisamente en mano de obra nicaragüense, con todos sus defectos de formación. Me pregunto cómo pueda ser en Costa Rica y no en Nicaragua.
Poco sirve la invocación del demonio “neoliberalismo”, mientras hay aparente consenso entre todos los “actores principales” de continuar las políticas monetarista bajo el eufemismo estabilidad macro-económica, con cierta lógica pues para una economía basada solo en banca, comercio y servicios no transables, su credit-rating respectivamente él del BCN es el indicador más importante. Pero tampoco contribuyen las quejas sobre el “neoliberalismo a ultranza” del Gobierno de turno. Solo llevó al clímax la privatización de políticas públicas de desarrollo económico al entregar las mismas a una sucursal local de una transnacional venezolana. Favorecidas contrapartes nacionales las hubo ya antes como las hay ahora.
Ciertamente así se vendió lo poco que se había quedado de la Patria. Pero es solo un paso más en una línea ya establecida antes, cuando se traspasó las políticas energéticas, industriales y de telecomunicaciones. El capital de inversión en todos los casos ha salido y sigue saliendo por el aporte nicaragüense tal como todo el poder de inversión de ALBANISA ahora sale de la factura petrolera a cuenta nica.
Al parecer hay una aceptación tácita pero unánime que los foráneos dispongan de una “ética de acumulación e inversión” más disciplinada, efectiva y eficiente que los Nicaragüenses. En eso, me vale si se la da la razón a Marx, que tal ética la produce el capitalismo, o a Weber, que el capitalismo salió de tal ética, mientras me consta que una ética -cualquiera- nicaragüense de “acumulación e inversión” no existe. Pero me consta también, mientras no la hay, no habrá desarrollo autóctono tampoco mucho menos en favor de los pobres.
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